Para cuando me deleitaba con Innocent with you dream o Jockey full of Bourbon, ya me había alejado de la civilización sin darme cuenta, y el paisaje se iba haciendo más y más ominoso. A pesar de ello, seguí adelante. No es valentía, sino que en general suelo hacer del despiste y la inconsciencia un blasón y no me di cuenta de que me estaba perdiendo. Pensándolo bien, quizás esto sea un requisito previo para llegar allí: dudo mucho que aquellos que van con una brújula por la vida se adentren en estos parajes. En cualquier caso, el rastro continuaba cuesta abajo (como no podía ser de otro modo con Tom) y parecía terminar frente a una cueva. Justo delante de ella, Underground:
La nave de los locos, El Bosco
He de decir que tengo sentimientos encontrados en lo que respecta a mi odisea. Por un lado, mi historia guarda un cierto paralelismo con el cuento de Hansel y Gretel de los Hermanos Grimm y no puedo evitar sentir cierto sentimiento de culpabilidad al pensar que quizás por culpa de mi glotonería el bueno de Tom no pudo encontrar el camino de vuelta a la civilización y quedó atrapado en este submundo de locura. Por otro lado, empieza a albergar mis sospechas acerca de la posibilidad de que Tom siempre estuvo allí y que vino a nosotros con la intención de dejar un rastro para atraer a aquellos inconscientes que como él, nos resistimos a crecer. Cualquier otro hubiese nos hubiese invitado a seguirle, pero ya se sabe: Tom waits for no man.
Cuántas veces he estado... Cuántas veces he estado -espía del silencio- esperando unas letras, una voz. (Ya sabidas. Yo las sabía, sí, pero tú, sin saberlas, tenías que decírmelas.) Como nunca sonaban, me las decía yo, las pronunciaba, solo, porque me hacían falta. Cazaba en alfabetos dormidos en el agua, en diccionarios vírgenes, desnudos y sin dueño, esas letras intactas que, juntándolas luego, no me decías tú. Un día, al fin, hablaste, pero tan desde el alma, tan desde lejos que tu voz fue una pura sonbra de vos, y yo nunca, nunca la oí. Porque todo yo estaba torpemente entregado a decirme a mí mismo lo que yo deseaba, lo que tú me dijiste y no me dejé oír.